David Burbano, mantiene la inocencia que emociona con cada cosa que hace. Y este es un dato curioso cuando, al ver su obra, descubrimos todo el dolor que parece guarda su alma.
El legado artístico de Burbano nos transporta a un futuro retrospectivo, en el que el final de la vida es representado mediante amortajamientos, mortificaciones, inteligentes dosis de iconografía católica y autoaprendizaje. La fuerza y la violencia visual de sus fotografías nos hablan del inevitable camino hacia la muerte, a través de un renacimiento constante, una fórmula para la renovación infinita y la poderosa fuerza de la eterna juventud. Un niño que, sin dejar de jugar, muestra la crueldad del paso del tiempo.
Y tras el impacto inicial, cuando comenzamos el análisis de la obra, descubrimos a un David cansado de cargar con miedos que no son suyos. El deseo de terminar con una culpa heredada e invitarnos a ser libres y a perder el miedo a vivir.
Texto Roy Laguna